martes, 30 de marzo de 2010

•EL DIÁLOGO DEL BAMBÚ
Y EL VIENTO




La montaña tiene un bosque

y el bosque un templo.

En el templo hay un estanque

y se llama Tangzhe si.

Detrás de estos hombres 
que hablan tanto 
en voz muy alta
                           (y en mandarín)

escucho

entrecortado e intenso,

el diálogo del bambú y el viento
en la montaña sagrada.


La montaña tiene techos
de teja gris muy antigua

y altares y terrazas y escaleras

donde el viento 
                            seco y frío,

como un monje atareado

viene, va y viene
como el incienso
que aquí se quema 
en espiral.



Hay un pez enorme

de piedra lunar o aerolito,

que a la vez es un mapa
de magia sideral:

Se le golpea

como campana, 
en lugares precisos,

para que el dios Dragón
venga 
a aliviar las plagas

de cada escama del Imperio.



Hay un tigre de yeso que cuida el pozo
y un Buda de piedra medio dormido
y una larga crónica del infierno

tallada con precisión en madera, 
por uno que dice que estuvo ahí.

Un montón de gente rezando

y una campana
 gigante
que necesita ser movida
por treinta
para ponerse a cantar.

Hay un árbol de la memoria sagrada, 
Ginko de ofrendas amarillas,
que desde hace 1300 años
llaman El árbol Emperador.


Porque uno lo sembró entonces distraído.

Desde la última terraza

las copas de los pinos,

indiferentes y altivas,

ni siquiera nos miran.

Pero el mar de bambú,

en su lengua de viento y hojas,

al ritmo de su oleaje 
dice cosas 
bellas 
y hasta convincentes

que algunas tardes claras
creo que alcanzo a descifrar.
                                                                 














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